Los abres. Y acto seguido los cierras. Demasiada luz, piensas. Vuelves a cerrarlos y duermes. Pero no puedes ya. E imaginas un mundo perfecto y la fantasía se apodera de ti, como si alguna vez fuese a ser real, como si quisieras despertar en ese mundo. Y se te olvida todo, solo imaginas, navegas en pensamientos que llegan y se desvanecen. Ya es hora, levántate, gritan. Bienvenido de nuevo, a la realidad.
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