Sus ojos penetraban en los míos, los sentía tan dentro que casi perforaban mi rostro. Estaban llenos de palabras, de ansias de gritar que no, que no podía haber llegado ese momento. Mis oídos se horrorizaban con la ligera idea de poder escuchar un adiós en cualquier momento, y el corazón parecía que había dejado de latir, tal vez latía tan fuerte que resultaba imposible sentirlo bajo mi pecho. Sus manos y la mías enlazadas, de tal manera que parecían un solo miembro, y los escalofríos recorrían veloces por mi sangre. Todo eso transcurría en tan solo un segundo, mientras sus ojos, todavía penetraban en los míos, suplicando que así fuera, por mucho más tiempo.
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