¿Qué te depara la vida cuándo tú eres el dueño de un destino que apenas vislumbras al abrir muy bien los ojos? ¿Qué tamaño debe ocupar la confianza en uno mismo para no temerle a nada y avanzar cual alfil, firme, en un tablero de ajedrez?
Veo, que los días son las cartas que uno juega en la partida de la vida. Y de uno depende si elije un as o una dama, un tres o un ocho; si opta por la magia para multiplicar sus oportunidades o si por contra, las hace desvanecer.
Veo que el futuro es uno mismo, andando por una línea imaginaria, tratando no salirse de la raya, afinando bien la puntería de un deseo que nace del corazón. El futuro es el coraje que impulsa al valiente a subirse a aquel tren que pasa solo una vez, y al mismo tiempo el vacío oscuro de aquél que sin fuerzas decide darse por vencido. Es un ojalá, un quién sabe... un enemigo o una oportunidad, según los ojos que lo abracen.
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