Siete días, una semana. Y tan pocas horas me bastaron para caer rendida a tus pies, a tu magia, a tus caricias traicioneras. Siete días y cuatro textos, varias decenas de versos que escribiste en mi nombre. Y me dejaste sin aliento. Cinco paseos, dos sorpresas, un pastel de chocolate y un encuentro inesperado al salir de clase. Y las mariposas alzaron su vuelo para envenenarlo todo con tus aires de grandeza, mientras me hacía más y más pequeña. Un corazón abierto de par en par, llorando sangre a bocajarro al despertar de un sueño enfermo, doscientas lágrimas mudas que caían en silencio formando un gran estruendo en mi interior. Lloviendo sin paraguas, llorando sin motivo aparente, ahogando mis penas en otras aún más grandes. Desapareciendo.
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