Me volviste loca, tan loca que la lluvia invadió mi alma y me ahogaba detrás de un portazo que sin existir, yo misma había imaginado. Pero entonces volviste. Volviste y el sol salió tan de prisa que su calor me pintó una sonrisa del tamaño de una felicidad infinita. Volviste y tu abrazo fue el alivio más grande que nunca antes había sentido. Y aquella magia que creí haberse escurrido volvió a enredarme entre las sábanas de un sueño que no hacía más que recordarme que los interrogantes solo sirven para hacerse daño, en tu ausencia. Y no tienen sentido.
Tus dedos paseaban suavemente por mi cintura, acariciando con suavidad mi piel, y tus ojos se perdieron en los míos con tal facilidad, como si no hubiéramos pasado un solo instante en la distancia. Susurré a tus oídos "me encantas" tantas veces y mi voz no fue más que la tenue banda sonora de uno de esos momentos favoritos que se quedarán marcados en mi pecho para siempre. "Estás más guapa que nunca", suspiraste. Y el reloj no importó, y los toques de queda... tampoco.
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