Allí apoyado en aquella barandilla de metal, esperándome. Con una sonrisa en los ojos. Y mi corazón se derrite. Que se me va la cabeza contigo, se me va, se me va. ¿Qué me das? ¿Qué me diste?
Suena el despertador y no pienso en otra cosa que no seas tú, tu risa, tus ocurrencias, tu energía, tus ganas de mi, mis ganas de ti... de locuras contigo, de que me cojas de la mano y volemos muy alto, sin coger ningún avión. Mis ganas de conocerte cada día un poquito más, de aprenderme cada poro de tu piel de memoria, de colarme en tu corazón y quedarme allí para siempre.
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