Como si hubiese sabido que ibas a llegar, me quedé esperándote sentada en los bordes de la vida, observando para ver si venías, buscando entre la gente pero nunca aparecías. Pasé tantas páginas que llegó un punto en que dudé si realmente existirías, sin saber que estarías también buscándome, a los bordes de tu vida. El reloj no se detuvo, nuestros pasos tampoco; es más, se aceleraron. Inmersos en nuestras rutinas olvidamos poco a poco que el buscarnos no era cualquier tontería. Minutos, años, meses, días. Pero tú no aparecías.
Entonces te recordé, pese a no haberte conocido todavía, y me puse a pensar en ti. ¿Realmente existirías? Un coche rojo se detuvo frente a mi, tú asomaste la cabeza enseguida. Yo te vi. Y después de tantas horas hablando me envolviste con tu magia y empecé, más que nunca, a amar la vida.
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