Tan duros, tan secos, tus pasos. Te ibas, sí, y yo moría un poco más con cada golpe, con cada paso vacío.
Decías que no, que ya nada era lo mismo, y así rompías todo aquello que construimos juntos, o eso sentía yo.
El dolor llenaba de furia y llanto mis ojos, oscuros, nublados sin ti. Intenté gritar con la mirada, pero tus ojos no querían escuchar, y de pronto ya no estabas, tu sombra se fue contigo, dejándome en el fondo de aquel viejo sueño roto que alguna vez tuvo sentido.
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