A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Por ser un juego de niños.

Tanto pasó y tú preguntaste, qué fue del amor que aquellos días cegó nuestros ojos, fijando nuestras miradas en un mismo horizonte. Qué fue de los besos que nos dimos escondiéndonos de la realidad, viviendo nuestro propio universo, amándonos. 
Y qué poco sabíamos del amor entonces, cuando nos lanzábamos al vacío sin saber ni la profundidad, ni cuánto dolería la caída. Sin saber que estábamos jugando con un fuego ardiente, de esos que queman cuando empiezas a caer en las llamas de un amor que mata. Y tanto mata por ser prohibido, por ser absurdo. 
Por ser un juego de niños que se comen con los ojos a besos, que pueden abrazarse durante horas, y no ser más que un suspiro. Y por empezar a morir llegó la despedida, llegó el 'espero verte pronto, eres importante en mi pequeña vida'. Y las primeras lágrimas del corazón empezaron a derramar su sangre, cuando apenas sabías qué te ocurría. ¿Por qué lloras? no será qué te estás enamorando, de algo imposible.


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