A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

martes, 10 de septiembre de 2013

Como si ir más lentamente frenase el tiempo.

Me puse a escuchar los gritos de esperanza que cantaba Alex Ubago, y terminé soñando con un camino lleno de flores, tan bonitas que casi dolía verlas. Tú me tendías tu mano, muy serio, y podía leer en tus ojos algún poema de Rubén Darío, de esos que te ablandan el corazón antes de que puedas hacer nada para darte cuenta. 
Apreté tu mano con fuerza, y sentí el fuerte latir de tu corazón entre mis dedos. Entonces, el sol bañaba nuestros cuerpos solitarios, en medio de la felicidad que nos provocaba estar juntos, aquella mañana de Septiembre, cuando las hojas secas volaban por encima de nuestros sueños, más perdidas que nosotros.
Andábamos despacio, como si ir más lentamente frenase el tiempo, como si pudiéramos remediar que siguiera cayendo el sol a nuestras espaldas. 
Y poco a poco nos íbamos evaporando entre aquel mar de hojas, que se iban rompiendo bajo nuestros pasos, pero que ni siquiera escuchábamos, inmersos en los embrujos del amor.


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