A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Septiembre.

Llegaba el tren. Nos miramos desesperadamente como si buscáramos en el otro la salida, las palabras que lo calmaran todo, el 'tranquilo, solo ha sido una pesadilla'. Pero nada de aquello ocurrió, y las lágrimas saltaron sin avisar.
-Adiós- dijo, mientras sus ojos me gritaban que me amaba, que ojalá todo fuera distinto, que lo sentía mucho.
Y subió al ferrocarril que marcaría aquel final, o aquel inicio, poco sabía yo en aquel momento que casi contemplaba yo a cámara lenta. 
A penas podía hablar, pero mis labios dijeron algo parecido a una frase que habría leído en algún rincón de cualquier libro.
-Lo siento, espero que ambos vivamos más de lo que estábamos muriendo hasta ahora. En septiembre hablamos, esto es lo mejor, enserio, lo siento, adiós.- solté palabra tras palabra como si a la vez tratara de convencerme a mi misma de que aquello era lo correcto, de que iba a doler, pero si esperábamos más tiempo, moriríamos del todo. 
Se cerraron las puertas del vagón, y él, dibujó un triste corazón en el vaho del cristal mientras se alejaba el tren, y se empezó a empañar la imagen, tras el espeso velo de mis lágrimas mojadas de dolor.



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