A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

martes, 25 de septiembre de 2012

Días raros

Días raros, monótonos. Un anciano sujeta un ramito de rosas color fresa y las huele detenidamente con cierto aire melancólico en su arrugado y suave rostro. 
Casi se pueden leer cada uno de los recuerdos que flotan por su mente con solo mirarlo, y lleva un pequeño saquito colgado al hombro. 
Su cuello se encuentra rodeado, prisionero de una corbata de dibujos verdes, y sus pies cubiertos por unos zapatos antiguos, andan por el andén del viejo tranvía, en busca de un reencuentro, tal vez, con algún recuerdo del pasado.


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