Días raros, monótonos. Un anciano sujeta un ramito de rosas color fresa y las huele detenidamente con cierto aire melancólico en su arrugado y suave rostro.
Casi se pueden leer cada uno de los recuerdos que flotan por su mente con solo mirarlo, y lleva un pequeño saquito colgado al hombro.
Su cuello se encuentra rodeado, prisionero de una corbata de dibujos verdes, y sus pies cubiertos por unos zapatos antiguos, andan por el andén del viejo tranvía, en busca de un reencuentro, tal vez, con algún recuerdo del pasado.
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