Es cuando las paredes se te echan encima, cuando los huesos se te hielan de ausencia, cuando tu estado de ánimo se encuentra bajo cero. No sé porqué me acostumbré tanto a tus caricias y hoy dueles más que nunca. Este frío me come poco a poco, como si me desgastara por el simple hecho de que el tiempo sigue pasando y todo empieza a llegar demasiado tarde.
Tengo la sensación de que ni siquiera yo me entiendo, de que la soledad se empeña en hacerme compañía. Unas notas, una canción, sonaron en aquel cielo, aquella noche sin estrellas, cuando tú y yo lanzábamos un globo rojo y se elevaba perdiéndose en la noche, tan fría. Pero esa noche se vuelve contra mi pecho y lo hace estremecer. Aquel globo, aquel amor, se iba tan lejos que nuestras miradas no podían alcanzarlo. Tan lejos. Quizá demasiado.
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