Me duelen los labios de no besarte, las manos de no rozar las tuyas, los pies de no andar a tu lado. Y es que cada mañana me levanto sin tu sonrisa, sin tus palabras, sin tus 'buenos días, princesa'. Sí, lo mejor fue decirte adiós, y a pesar de que suena a tortura esto de amarte y alejarme al mismo tiempo, no había otro camino en la oscuridad en la que estábamos sumergidos.
Y voy cargando la maleta de nuestros recuerdos que tanto pesan, y no cierra bien. O tal vez no quiera cerrarla. Me llaman masoquista, y es que cada vez que me propongo olvidarte empiezo a recordarte de nuevo; aquellos días, en los que tu apellido iba detrás de mi nombre, aquellos días, en los que no dolías.
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