Solía creer en el destino, en aquellos hilos que nos movían a menudo, por no decir siempre. Solía creerlo, en serio, pero ya no quería, esa vez era distinto, el destino me era adverso, y yo entraba en aquellas puertas preciosas sin sentido, en las que entrar es tentador, pero para salir se requiere de un esfuerzo que yo, tal vez, no sería capaz de soportar.
Pero no me importaba, y seguía andando, a pesar de saber que tal vez el sufrimiento seguía al arco iris, y me esperaba una lluvia espesa de dolor.
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