Los suaves golpes de la lluvia acompañaban tu respirar desde fuera, desde el frío de mediados de noviembre, desde la luna llena que iluminaba tu rostro, colándose entre los pequeños hilos de la cortina que cubría la triste ventana.
Empecé a tararear alguna canción de aquellas que hace tiempo que no escuchas, pero sigue en tu memoria. Cantaba muy bajito, y susurrando las pocas palabras que recordaba a tu oídos. Pronto, sonreíste.
-Me encanta esa canción, tu voz, me encantas...
-Vaya... no quería despertarte, sigue soñando, que yo seguiré cantándote.
-No, no estoy seguro de haber despertado...
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