Un par de calcetines bajo la cama, era domingo, temprano, aún no había amanecido. Imaginé qué estarías haciendo, tú, tan lejos y a la vez tan cerca de mis recuerdos. De mis ganas de encontrar dos pares de calcetines, dos tazas de café por las mañanas, dos besos en la frente al despertar.
Tú. Y tanto polvo alrededor de tu nombre, y tanta niebla en el paisaje del olvido, como cuando el tren se iba y apenas tuvimos el valor de alzar las cabezas mientras gritábamos en silencio.
Hay amaneceres que matan más que muchas noches, que te recuerdan que vas a pasar otro día vacío, esperando despertar de la pesadilla de tu ausencia. Que quiero verte llegar de puntillas por detrás de mis pasos, quiero sentir tus manos sobre mis ojos y la sonrisa que me provocaba sentir tu olor, tu calor, tu presencia. Que muero un poco más cada vez que vivo, y solo a tu lado valdría la pena.
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