A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Parece que fue ayer.

Parece que fue ayer cuando nos besamos por primera vez, cuando sentí aquellas mariposas en el estómago, cuando escribí la primera nota en este blog pensando en ti. Parece que fue ayer cuando empezamos a andar juntos bajo el sol, bajo la lluvia, sobre las nubes. El tiempo empleó un juego sucio, y el ayer está hoy tan lejos, que asusta. 
Que asusta ver tus fotos con miedo a romperme más por dentro, con miedo a no tenerte, a verte al lado de otra, a que escuches nuestras canciones y no recuerdes todo lo que fuimos, todo lo que volaba en el aire cuando nosotros éramos los pilotos de nuestra historia. Y es todo tan confuso que ni siquiera me he propuesto olvidar, y es que olvidarlo todo sería como morir por completo.
Porque he aprendido a respirar solo de recuerdos, ya que es la única manera de conservar tus manos menos lejos de las mías. Y sí, anoche me dormí con lágrimas en la almohada, pero jamás te lo diré, y tal vez mencione que desperté con una sonrisa, por haber soñado con mi reflejo, en tus ojos.



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