Me metí en la cama cuando casi estaba amaneciendo.
Mi pelo desprendía un olor a sal y a su perfume que me recordaba que a partir de aquel momento empezaría a morir poco a poco. Las sabanas me envolvían y guardaban cuidadosamente los pocos granos de arena que todavía se mantenían aferrados a mi piel morena.
Él, ya no estaba conmigo, y de pronto recordé aquellas palabras que unas horas antes susurré a sus oídos: 'No quiero que esto termine nunca.. Paremos el tiempo'. Y así lo hicimos, pero algo nos hizo despertar de nuestro sueño infinito y la despedida llegó, arrebatándonos la continuación de aquella historia de amor que veía escrita en sus ojos azules.
Aquellos que robaban mi voluntad de retirar la mirada, de dejar de bailar en sus brazos, que me hacían prisionera de un amor tan dulce que daban ganas de seguir besándole los ojos, con la máxima intensidad de mi mirada.
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