Llovía, pero no me había dado cuenta hasta que me dijiste: 'cuidado, no vayas a pisar los charcos'. Y fue entonces cuando vi nuestra imagen en aquel pequeño montón de agua que se escurría por entre las baldosas de la calle.
Tú y yo, sonriendo, con los pelos empapados, cogidos de la mano.
Hablabas de cosas que no entendía, por estar demasiado atenta mirándote los labios, sin pensar en las palabras que podían salir de ellos. Y tú, apenas reparabas en aquel detalle. Solo hablabas, y los semáforos marcaban nuestras pausas, robándole besos al tiempo, un tiempo tan mojado, que empapaba nuestras ropas poco a poco. Y no nos importaba.
Y lo mejor de aquella tarde, fue pensar que las gotas de agua que caían por nuestras mejillas, no eran más que una lluvia fría, y que habíamos ahogado las lágrimas del ayer por un momento. Concentrados solamente, en amarnos. Improvisando.
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