Cierras los ojos. Imaginas su figura andando pausadamente hacia ti. Aprietas muy fuerte los párpados, y cada vez está más cerca, casi oyes sus pasos perfectamente acompasados, su sonrisa que tanto te enamora. Los árboles van desapareciendo, el paisaje se vuelve cada vez más borroso, pero él, él sigue avanzando perfectamente nítido. Y llega. Desliza suavemente sus dedos por entre los tuyos, como si llevara esperando ese momento mucho tiempo. Su respiración marca el ritmo de la melodía más bella que nadie ha compuesto, y de pronto, su rostro se aproxima cautelosamente al tuyo, y cuando casi había logrado que te olvidaras de tu propia existencia, entonces, te besa. Sus labios perfectos rozan los tuyos, con cuidado y mucho amor, y sois dos en uno, y os dejáis llevar por la magia del momento, por la brisa del viento y el cantar de algún pajarito que apenas oís.
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