A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

viernes, 17 de enero de 2014

Apenas llega y ya se ha ido.

Cerrar, abrir los ojos. Sí, como una brisa de verano con sabor a sal que apenas llega y ya se ha ido. Como un sueño del que no quieres despertar y apretas los párpados cada vez más fuerte hasta que se abren solos y ves la cruda realidad. 
Era verano, el sol reinaba en lo alto de las playas, de las sonrisas de las gentes que, felices, soñaban más que vivían en aquel paraíso tan real. La vida era el deseo de vivir cada momento intensamente, sin pausa, sin prisa. 
Hundiendo los pies en la arena, y nuestras pieles morenas quemaban al sol, dibujando en el aire las palabras que se clavaban en nuestros corazones, en aquellos días, perfectos, soñados.



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