Siempre pensé que el amor era un tren muy largo y a pesar de que siempre subí deprisa, nunca se me dio muy bien bajar. Las heridas de mi piel latían sangre a borbotones cuando me deslizaba del vagón por error, por no poder aguantar más el viento frío en mi rostro.
Y ahora llegas tú y me das la mano firme, me curas las heridas sin prisa, con besos, con ganas de construir una nueva ruta juntos. Sin heridas, sin vagones descarrilados, con una lluvia de bendiciones y amor que me sale por todos los poros de mi cuerpo. Con ilusión, con proyectos, con la palabra familia grabada a fuego en nuestro destino que se acerca a gran velocidad.
Con la seguridad de que esta vez no. Esta vez no voy a caer del tren.
No hay comentarios:
Publicar un comentario