A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

domingo, 25 de mayo de 2014

Tándem.

Fue tu ausencia. Sí, después de tantos momentos mágicos, de tantas sonrisas a escondidas, de tantos duelos retando quién miraba más profundo dentro del otro, sí. Y cuando despertaba en la mañana me escurría entre mis sábanas y jugaba a imaginar tu rostro pegado bajo las tuyas. Y ya me hacías ser feliz desde el primer momento, incluso antes de ver el sol asomarse por alguna hilera de la persiana. Sí, te habías marchado tan solo unas horas y ya te extrañaba. 
Y ya soñaba con rozar tus manos, con besar tus pies con los míos, con matarnos a escalofríos, sin siquiera tocarnos. Y es que cuanto más lejos vas, más cerca te necesito. Sé también que hace tiempo que no escribía, pero siendo feliz no es tan necesario desahogarse. Y sí, sé que a menudo frunzo el ceño y pongo cara de enfadada, pero por dentro te ruego que beses mi frente y me susurres al oído que hasta viéndome fingir un enfado, te enamoras. Porque empiezo a creer que se nos da bien volar, pues al fin y al cabo, un tándem vuela unido, y hasta el final.


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