A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

martes, 16 de junio de 2015

De color rosa, como el algodón de azúcar.


Olvidé el paraguas en casa, a propósito. No me importa mojarme cuando lo merezco, todo lo contrario. Cerré la puerta de casa de un portazo y supe que fuera me esperaba una lluvia ardiente que debería soportar para seguir adelante. Y así fue. Tropecé varias veces, me grité en el silencio que coger paraguas no hubiera sido mala idea, pero aún así no lo pensaba realmente. Debía pasar por aquello sin más escudo que la propia verdad, debía luchar contra mis miedos, abrir mis labios para poder callar luego, en paz, en respiros de aire puro. No sé, ahora miro atrás y detengo mis ojos en las huellas que aún, mojadas, esperan no volver a ser pisadas. Y de verdad que se me escapa una sonrisa y mi corazón me anima: "Vamos, tú sabes que los únicos pasos que realmente valen son los que andamos hacia adelante. Los demás solo despistan nuestras metas". 

Fui a comprar sandalias nuevas, me despegué el pelo mojado del rostro y me dibujé de color rosa una sonrisa que conjuntaba con los sueños que vislumbraba de nuevo en el horizonte, ya no tan extraño para mi. La lluvia había cesado, las nubes eran algodón de azúcar, sí, como aquel que un día me compraste en aquella feria que imaginábamos bajo las sábanas de la risa. Recuerdo que el sol brillaba, se te escapó una carcajada mientras escondías algo tras la espalda. "¿Qué mano eliges?". Pensé que ambas, que deseaba tomarte de la mano y huir contigo, congelar el momento. Tan bonitos eran tus ojos llenos de ilusión, que me perdí en ellos, y la pregunta todavía flotaba en el aire, ansiosa de una fugaz respuesta que ya tardaba en llegar. "La derecha, ¡siempre!" Y ahí estaba colgando de tus dedos ansiosos, una cajita de algodón de azúcar, para compartir. 

Y así es un poco el amor. Cuando empieza la tormenta regresan los recuerdos más vivos y fuertes que nunca. Como si aquello que vas a dejar atrás se abalanza sobre ti y te oprime recordando que hay sonrisas que no quieren morir tan pronto, que pensaban ser eternas, y se están ahogando en un mar de lágrimas sin demasiado sentido para ellas. Tu tomas aire, alguien a lo lejos de ofrece un paraguas, pero lo rechazas. No me hará falta, gracias. Pero en realidad sabes que no lo quieres, que necesitas enfrentarte tú sola, y a propósito. 







jueves, 4 de junio de 2015

Días de tormenta

No voy a escribir triste. No, no voy a ser como aquel que se tortura revisando sus huellas, sino que voy a pisar fuerte nuevos pasos. Qué complejo describir los sentimientos cuando apenas se revelan claramente. Qué pesados los recuerdos en mi espalda, cuando éramos más que fotos escondidas en un cajón extraño, que hoy tememos entreabrir. Y qué pasa si te digo que sonrío porque no me quedan más opciones, que las lágrimas hoy no sirven más que para ablandar con más agudeza el corazón, y que hoy tenemos que ser fuertes. Sí, ya sé que llorar es sano, pero cuidado, que ayer sentí que me hundía, y tuve que pedir socorro. La vida es aquello que sucede mientras tu mente adopta una actitud para verla, y yo elijo vivirla intensamente. 

Un susurro de tus labios se escapó de tu alma y me confesó: "Ya no me quieres". Supe que no lo decías enserio, supe que en tu interior había una tormenta de aquellas que apenas te dejan ver más allá de las cortinas de agua de los problemas que nublan tu mente, minuto a minuto, y matan lentamente. Apenas supe responder, ¿qué puedo decir?, si acabas de dispararme al corazón, que ya suspiraba en pedazos, y ahora no es más que un nudo en mi garganta mientras tú me miras con rabia y me sueltas "Sabía que tenia razón, siempre me has engañado". Una, dos, tres lágrimas se derraman por mi alma, y es que empiezo a creer, que las tormentas se contagian cuando hablamos de amor.