A contracorriente

Comerme el mundo, saltar por encima de los muros del orgullo, romper las distancias, coger fuerzas de la nada, rasgarme la piel de tanto sonreír, caerme mil veces y levantarme dos mil, equivocarme y aprender, ir en contra de la gravedad, besar con los ojos, pisar con las manos, hablar en silencio, soñar con los ojos abiertos, gritar de alegría, llorar de felicidad, regalar abrazos, cambiar el mundo.

jueves, 9 de abril de 2015

El mar se oye.

Y así, paré las manecillas del reloj de pared que me torturaba. Apreté los puños y me recordé una vez más que es solo culpa de la sociedad. Que a veces en las 24 horas no hay minutos de silencio para aquellas personas que no quieren correr tanto. Y hoy por fin encuentro uno, entre tanto ruido. Y entonces empiezo a gritar sin decir nada en realidad. Verás, normalmente gritar y escribir son sinónimos para mi.

Y es a ti a quién busco. Está oscuro, el mar se oye, (cómo no, a lo lejos), aunque acaricia nuestros pies. Pero no nos damos cuenta, estamos sumergidos, en nosotros mismos. Tus ojos han vuelto a conquistar mi picardía, y yo como una tonta, suspiro. Y tu pelo se desliza suavemente acariciando tus mejillas, coloreadas. No quiero volver, quiero irme, evadirme, fundirme en el momento, como cuando me besas en el cuello, como cuando me guiñas un ojo y siento que mi corazón se vuelve hielo. Llévame y hazme olvidar que nos hemos ido, que en tu mirar veo abierto un nuevo libro conmigo.